sábado, 1 de noviembre de 2014

A. D. Christopher. Necesaria seducion



                                               Prologo

La chica estaba enferma, una abominación.
La figura de negro se acercó más a la orilla del río, observando a la chica espiar a los hombres que había seguido durante la noche. Los hombres estaban haciendo exactamente lo que deberían hacer. Era la noche de reclamar su pareja y estaban celebrando su compromiso, consolidando las promesas que se habían hecho con pasión. Ellos eran naturales y puros. Era la chica mirando la que pecaba, ensuciando un momento sagrado con sus miradas indiscretas.
La sombra no podía negar que los hombres eran hermosos. El hombre más alto, rubio, con su pelo corto, se arrodilló entre los muslos de su amante, deslizando amorosamente sus labios alrededor de la polla gruesa del otro hombre. El guerrero fornido hundió los dedos en los hombros de su nueva pareja, instándolo a tomar su polla cada vez más profundamente. Sus gemidos y gritos, los ruidos de dos weremen en celo, era increíblemente excitante. Pero este momento no era un espectáculo puesto para la diversión de una pervertida espiando. Era sagrado, inviolable. Era...
Cuando la chica se deslizó las manos entre los muslos, la figura hizo todo lo que pudo para no lanzarse desde las sombras y estrangularla.
¿Cómo se atreve? ¿Cómo se atreve a manchar a ella misma y a las mujeres de la manada con su miserable lujuria? Las mujeres de la manada se mantenían puras hasta que su pareja las reclamara. Ellas no debían interactuar con los miembros del sexo opuesto, no podían saciar su lujuria entre ellas y nunca arriesgaban la fertilidad de sus vientres con sus pequeños y atareados dedos entre sus piernas. Los médicos de la manada las instaban a evitar por completo el deseo sexual hasta el cumpleaños 22 de una mujer. No era fácil, pero las mujeres autenticas, las mujeres que se preocupaban por la baja tasa de natalidad de la manada de Orión, estaban dispuestas a hacer todo lo necesario para asegurarse que la manada sobrevivía.
Algunos tenían la teoría que si los hombres de Orión redujeran la intensidad de su entrenamiento guerrero, los embarazos y nacimientos aumentarían. Esa no era una opción viable, sin embargo, en un mundo donde sólo las manadas más fuertes sobrevivían a las guerras. A la mayoría de las mujeres no les importaba el sacrificio. Pero la mayoría de las mujeres no eran extrañas criadas en el pecado, rameras que claramente pensaban que se merecían dos o más esposos en su cama.
La poligamia en la manada estaba casi extinta. Las dos manadas que habían defendido el estilo de vida antinatural estaban casi destruidas. La manada Galicia no tenía descendientes vivos conocidos y en la manada Artemis lo había, pero una niña solamente. Esta chica, estaba ahora moviendo su mano cada vez más rápido, con la boca entreabierta mientras miraba a los hombres.

Clika para su DESCARGA

A. C. Marchman. Stay with me



Clika para su DESCARGA

A. C. Arthur. Creciente tentacion


                                              Prologo


Podía olerla.
El aroma era atrayente, seductor y se fundía con algo más. Miedo.
Era el miedo lo que lo impulsaba a seguir adelante. El saber que algo iba mal. Sus pasos silenciosos lo condujeron hasta la monumental oscuridad entre dos edificios. El aire estaba húmedo y denso por las tormentas de verano que habían descargado durante el día. El suelo estaba mojado y resbaladizo, plagado de pequeños charcos mientras atravesaba la sobrecogedora oscuridad.
Ella intentó gritar.
El sonido fue silenciado, pero él lo escuchó. Todo su cuerpo se puso tenso; cada músculo, cada ligamento quedó totalmente inmóvil mientras localizaba el sonido. El grito de una mujer. La rabia le hirvió por dentro, se expandió por sus venas en fuertes oleadas. El felino que llevaba en su interior rugió, presionó hacia la superficie con una ferocidad casi irreconocible.
No estaba en la selva, donde podía correr libre, cazar y ser cazado. No estaba bajo la profunda bóveda verde del bosque tropical de denso follaje y cortinas punzantes de fría lluvia que empapaban su cuerpo. No, se encontraba en las calles de Washington DC, en la ciudad que había considerado su hogar durante toda su vida adulta. El hogar de su mitad humana.
Esta necesidad de luchar, de dejar al felino emerger libremente, no era nueva, pero resultaba extraña en ese lugar y en ese momento. Sin embargo, mientras seguía avanzando, el felino se estiró, sus músculos se contrajeron y fijó la mirada; la lucha sería inevitable.
Siguió adelante; necesitaba hacer uso de todas sus fuerzas para dominar al animal que llevaba dentro. Una brisa cálida se filtró a su paso, lo golpeó en la cara y le acercó el aroma de la chica. Sus fosas nasales se ensancharon a la vez que sentía un cosquilleo en los dedos, que se movían y le quemaban con las garras cerca de la superficie.

Clika para su DESCARGA

Hideshi Hino. 01 El niño gusano






Encarni Arcoya Alvarez. Esclavo de la bruja




––¡Truco o trato! ––gritaron varios niños acorralándola de
pronto, buscando los caramelos que se escondían en el bote con
forma de calabaza que sostenía entre sus manos.
––Vale, vale, chicos, un poco de espacio que hay para todos.
––¡Yo quiero los de fresa! ––exclamó uno poniendo la
bolsa más arriba para ser el primero.
––¡Yo de naranja! ––le siguió otro.
––Tranquilos, monstruitos. Que una cosa es el disfraz y otro la impaciencia ––replicó ella.
Uno por uno, fue repartiendo los dulces que había en el bote y unas piruletas que tenía para ellos, más especiales, pues estaban hechas de nubes de algodón con sirope de cereza asemejando una calavera ensangrentada. Todos ellos se despidieron saliendo de la tienda y dejándola sola de nuevo.

Clika para su DESCARGA

Encarni Arcoya Alvarez. El diablo protector




– Querida, has de tener mucho cuidado esta noche. Las cartas lo ven, yo lo veo, pero
tú...
– ¿Yo qué? - Preguntó enfadada.
– Ese hombre no te hará nada bueno, has de alejarte de él cuanto antes.
– ¿Qué hombre? ¿De qué está hablando?
– Por favor, no te desvíes de tu camino esta noche. Pase lo que pase sigue caminando
y no escuches lo que te diga nadie.
Eve frunció el ceño ante las palabras de la adivinadora. Negó con la cabeza y se puso en
pie dejando el dinero sobre la mesa. Tenía que haberlo sabido; era una tontería pero todas
sus amigas del trabajo habían hablado tan bien de ella que le entró la curiosidad de probar
y saber si había algo que le deparara el futuro que ansiaba.
Y se equivocaba. Esa mujer no era más que otra farsante. Y encima la noche de brujas; ya
podía haber escogido otro día para visitar a una adivina. Lo más seguro es que ese día
todas las “predicciones” fueran así para dar más miedo a la noche.
Oyó el grito de la adivina y se volvió hacia ella. Ésta yacía en su silla apartada de las cartas
y mesa como si hubiera visto algo terrorífico. El peinado elevado que llevaba se le había
soltado y parecía una loca en lugar de una adivinadora, aunque las dos estuvieran a la par.

Clika para su DESCARGA

Brenda Simmons. Trilogia imperio elle 02 casi perfecto


                                                                           
                                                                        Prologo


Había ocurrido. Después de amordazar a tantos y tantos fantasmas, lo que siempre había temido
se hacía realidad de forma virulenta. Robert la había dejado. Ni siquiera le permitió aclarar todo
aquel embrollo. Bastó que se despidiera de Denis con un abrazo y que le dijera alto y claro que lo
quería, para que aquel hombre frío y cruel, la dejara sin mirar atrás.
Permaneció tirada en aquella escalera mucho tiempo. En algún momento indeterminado dejó de
llorar y se sentó en un escalón de forma menos deplorable. Se había hecho daño en un costado y le
dolía, hasta el punto de impedirle respirar con normalidad. Esperaba no haberse fracturado una
costilla…Claro que si moría al perforarse un pulmón con la dichosa costilla, no tendría que pasar
por todo aquello. Podía tener su gracia.
Estaba desvariando. Miró a su alrededor y contempló arrobada cómo se extendía el atardecer por
el campus. Las hojas de los árboles se mecían al son del aire. Los pájaros apenas trinaban,
acomodados ya en sus improvisadas camas. Grupos de chicos reían con auténtica exaltación,
mientras otros vagaban solos por el camino. De nuevo la vida, se dijo Elle. Pero, ¿cómo iba a seguir
viviendo después de lo que había sucedido?
¡Oh, Hannah! Necesitaba tanto su abrazo y oír su voz… se le hizo un nudo en la garganta y deseó
poder borrar de un plumazo los cuatro mil kilómetros que las separaban. Si estuviera en casa podría
olvidarse de todo y continuar. Pensó en Brian. Parecían haber pasado años desde que le diera aquel
precioso beso. Se sorprendió al darse cuenta de que ese episodio de su vida estaba completamente
superado. Podía volver.
En ese instante, un sonido, que al principio no supo identificar, la sacó de su ensimismamiento.
Qué tonta, no era una señal divina para indicarle que lo mejor que podía hacer era irse a su casa,
sino un mensaje.
Cogió la BlackBerry y se quedó paralizada. Un mensaje de Robert, ¿sería posible que quisiera
hablar con ella? Gracias, gracias…a todos los seres celestiales del firmamento, existentes e
inexistentes, gracias a todos por hacerlo posible.

Clika para su DESCARGA

B. K. Evenson. The lords of salem



Clika para su DESCARGA

Anna Leigh Keaton. Night magic



Clika para su DESCARGA

Zane Grey. El paso del sol poniente




El polvoriento tren transcontinental llegó a Wagontongue hacia las doce de un caluroso día de
junio. La muerta estación volvió lentamente a la vida. Los mejicanos, que estaban perezosamente
sentados a la sombra del andén no se movieron siquiera.
Trueman Rock bajó despacio del vagón, llevando el maletín en la mano, en tanto que en su rostro,
moreno y flaco, aparecía una expresión de curiosidad e interés. Llevaba un traje a cuadros, algo
ordinario, bastante arrugado, y un enorme sombrero gris que había prestado prolongada servicio. El
modo de andar y su flexible cuerpo indicaban que aquel hombre era jinete de profesión. Una mirada
atenta y perspicaz habría podido observar el bulto de un revólver que llevaba bajo la chaqueta, sobre
la cadera izquierda.
La actitud de aquel hombre era la de quien espera encontrar algún conocido. Andaba con decisión
y descuido a un tiempo, pero vigilando con el mayor cuidado a su alrededor. Atravesó el andén, pasó
al lado de los empleados de la estación y de otros individuos que lo ocupaban en aquel momento, sin
encontrar a nadie que le dirigiese algo más que una mirada casual e indiferente. Luego, dos muchachas
salieron de la sala de espera y le miraron tímidamente al pasar. Él, por su parte, les devolvió el
cumplido.
Al final de la enlosada acera Rock vaciló y se detuvo como sorprendido y hasta sobresaltado. Al
otro lado de la ancha calle había una manzana de edificios de ladrillo y de madera, llenos de muestras
maltratadas por la intemperie. La escena carecía casi de movimiento. Un grupo de cowboys ocupaba
una esquina. Algunos caballos ensillados estaban sujetos a un travesaño de madera más abajo, en la
calle, había cierto número de carros y de cochecillos; unos mejicanos vestidos con trajes de colores
chillones se hallaban sentados ante la puerta de un bar de pintadas ventanas.
«Al parecer el pueblo no ha cambiado nada —dijo Rock, muy satisfecho—. Es raro, pero creí
encontrarlo transformado… Vamos a ver; ha pasado cinco… no, seis años, desde que me fui. Y el
caso es que no he debido volver, pero no he podido vencer su poderosa atracción. Porque no cabe
duda de que aquí hay algo que tira de mí. Estoy seguro».

Clika para su DESCARGA

Zygmunt Bauman. En busca de la politica




                                          Introducción


Las creencias no necesitan ser coherentes para ser creíbles. Las creencias que tienden a creerse en la actualidad -nuestras creencias- no son una excepción. Sin duda, consideramos, al menos en "nuestra parte" del mundo, que el caso de la libertad humana ya ha sido abierto, cerrado y (salvo por algunas pequeñas correcciones aquí y allá) resuelto del modo más satisfactorio posible. En cualquier caso, no sentimos la necesidad (una vez más, salvo algunas irritaciones ocasionales) de lanzarnos a la calle para reclamar y exigir más libertad o una libertad mejor de la que ya tenemos. Pero, por otra parte, tendemos a creer con igual firmeza que es poco lo que podemos cambiar -individualmente, en grupos o todos juntos- del curso de los asuntos del mundo. o de la manera en que son manejados; y también creemos que, si fuéramos capaces de producir un cambio. sería fútil, e incluso poco razonable, reunirnos a pensar un mundo diferente y esforzarnos por hacerlo existir si creemos que podría ser mejor que el que ya existe. La coexistencia simultánea de estas dos creencias sería un misterio para cualquier persona mínimamente familiarizada con el pensamiento lógico. Si la libertad ya ha sido conquistada, ¿cómo es posible que la capacidad humana de imaginar un mundo mejor y hacer algo para mejorarlo no haya formado parte de esa victoria? ¿Y qué clase de libertad hemos conquistado si tan solo sirve para desalentar la imaginación y para tolerar la impotencia de las
personas libres en cuanto a temas que atañen a todas ellas? Estas dos creencias no congenian entre sí, pero participar de ambas no es signo de ineptitud lógica. No son una mera fantasía. Hay, en nuestra experiencia compartida, suficiente fundamento para ambas. Nuestra percepción es fruto de una actitud realista y racional. Y, por lo tanto, es importante saber por qué el mundo en que vivimos sigue enviándonos señales tan evidentemente contradictorias. Y también es importante saber cómo podemos vivir con esa contradicción; más aun, por qué casi nunca reparamos en ella y, cuando lo hacemos, no nos preocupa especialmente.


Clika para su DESCARGA

Zygmunt Bauman. La sociedad sitiada




                                                               INTRODUCCIÓN


La sociología nació como un proyecto moderno, y como todo proyecto moderno, siguió desde el comienzo y a lo largo de toda (o al menos, de casi toda) su historia el rriple objerivo postulado por Comte: savoirpourprévoir, prévoir pour pouvoir. * La sociología apuntaba a conocer su objeto a fin de prever inequívocamente en qué dirección tendería a moverse: de ese modo, podría determinar qué hacer si se deseaba impulsarlo en la dirección correcta. Y el objeto a conocer, a analizar y eventualmente a moldear era la "realidad humana" -esa condición en la que (para retomar la famosa expresión de Marx) los seres humanos tomaban sus decisiones biográficas/históricas y de la que, sin
embargo, la condición en sí misma está exenta (y por esa misma razón se la llama "realidad")-. Precisamente, esa exención de todo poder de decisión fue el desafío planteado a la imaginación sociológica. Como la práctica moderna era un ejercicio de transgresión y trascendencia de los límites, todo lo que se resistiera al poder de decisión humano constituía una ofensa, un casus be/ti, y
un llamado a las armas. El propio objeto debía conocerse porque conocerlo era equivalente a desactivarlo. Despojar al objeto de su misterio era como robarle el trueno a Júpiter. Una vez conocido, ya no opondría resistencia; o al menos uno podría prever esa resistencia, tomar las precauciones del caso, y adelantarse al golpe. Es por esto que las misiones de reconocimiento son la condición sine qua non para forzar al enemigo a rendirse. La información es la mejor de las armas, y
cuanto más rigurosa y exhaustiva sea, más completa e irrevocablemente el enemigo, al hallarse despojado de sus secretos, perderá poder. Una vez conocidos, los que habían sido sus recursos se convertirán en una carga.


Clika para su DESCARGA

Zygmunt Bauman. Modernidad liquida




Clika para su DESCARGA

Zygmunt Bauman. Tiempos liquidos




Clika para su DESCARGA